Marty es un escritor que lucha por terminar su guion, "Siete Psicópatas". El mejor amigo de Marty, Billy, se gana la vida secuestrando perros y cobrando las recompensas de sus dueños por su regreso seguro. El compañero de crimen de Billy es Hans, un hombre religioso con una esposa enferma de cáncer, Myra.

Para Nick, Kurt y Dale, la única solución para hacer su rutina diaria más tolerable sería hacer desaparecer a sus insufribles jefes. Con la ayuda de unas copas de más y el consejo poco fiable de un ex convicto buscavidas, los tres amigos conciben un enrevesado y al parecer infalible plan para deshacerse de ellos. Sólo hay un problema: Los planes mejor ideados sólo son tan infalibles como los cerebros que los concibieron.

Después de haber vivido dos años en aislamiento desde la muerte de su hija, el psíquico Dr. John Clancy es solicitado por su amigo Joe Merriweather, un agente especial del FBI, para ayudar a resolver varios asesinatos cometidos por un asesino en serie. La Dra. Katherine Cowles, socia de Merriweather en el FBI, es escéptica acerca del don de Clancy, pero pronto descubre lo contrario. Resulta que todas las víctimas sufrían enfermedades terminales y Clancy se da cuenta de que el asesino tiene habilidades que superan las suyas. Merriweather es disparado por el sospechoso y mientras está en el hospital, admite que le diagnosticaron cáncer terminal. Después del funeral, Clancy se enfrenta al asesino, quien explica que está salvando a sus víctimas de una muerte lenta, matándolas por misericordia, y que él planeó la muerte de Merriweather. Arrogantemente declara que ha visto todas las posibilidades, pero Clancy lo sorprende haciendo algo que no había predicho, aunque Ambrose logra escapar.

Inez, sin remordimientos y con espíritu libre, secuestra a su hijo de seis años, Terry, del sistema de cuidado temporal. Manteniendo su secreto y su unión, madre e hijo se embarcan en la búsqueda de recuperar su sentido de hogar, identidad y estabilidad, en una ciudad de Nueva York que está cambiando rápidamente.

Debbie Galardi recuerda jugar a la Ouija con su mejor amiga Laine Morris cuando eran niñas. En el presente, Debbie arroja su tablero de Ouija al fuego, quemándolo. Debbie sugiere a Laine que algo extraño sucedió con el tablero de Ouija. Después de que Laine se va, el tablero de Ouija reaparece en el dormitorio de Debbie. Debbie se posee y se ahorca con luces de Navidad dentro de su casa.