En marzo de 1621, en lo que ahora es el sureste de Massachusetts, Massasoit (actor Marcos Akiaten, Chiricauha Apache), el principal sachem de los Wampanoag, se sentó a negociar con un grupo desaliñado de colonos ingleses. Hambrientos, sucios y enfermos, los extranjeros de piel pálida estaban luchando por sobrevivir; necesitaban desesperadamente la ayuda de los nativos. Massasoit también enfrentaba problemas propios. Su pueblo había sido diezmado recientemente por una enfermedad inexplicada, dejándolos vulnerables frente a los Narragansett, sus rivales al oeste. El sachem Wampanoag calculó que una alianza táctica con los extranjeros les proporcionaría una forma de proteger a su pueblo y mantener a raya a sus enemigos nativos. Aceptó darles la ayuda que necesitaban los ingleses. Medio siglo después, cuando estalló una guerra brutal entre los colonos ingleses y una confederación de indígenas de Nueva Inglaterra, la sabiduría de la apuesta diplomática de Massasoit parecía menos clara. Cincuenta años de inmigración inglesa, maltrato, epidemias mortales y degradación ambiental generalizada habían llevado a los indígenas y su forma de vida al borde del desastre. Liderados por Metacom, hijo de Massasoit (actor Annowon Weeden, Mashpee Wampanoag), los Wampanoag y sus aliados nativos lucharon contra los ingleses, casi empujándolos hacia el mar.

Cada uno de los episodios se centra en importantes eventos históricos y concluye con una breve historia contemporánea que une el pasado con el presente.

Los cherokees lo llamarían Nu-No-Du-Na Tlo-Hi-Lu, "El Sendero Donde Lloraron". El 26 de mayo de 1838, las tropas federales obligaron a miles de cherokees a abandonar sus hogares en el sureste de Estados Unidos, conduciéndolos hacia el Territorio Indio en el este de Oklahoma. Más de 4,000 murieron de enfermedades y hambruna en el camino. Durante años, los cherokees habían resistido la expulsión de sus tierras de todas las formas que conocían. Convencidos de que Estados Unidos rechazaba a los nativos americanos porque eran "salvajes", los líderes cherokees establecieron una república con un sistema legislativo y legal al estilo europeo. Muchos cherokees se convirtieron al cristianismo y adoptaron la educación occidentalizada para sus hijos. Su visionario jefe principal, John Ross, incluso llevó el caso cherokee ante la Corte Suprema, donde obtuvo un crucial reconocimiento de la soberanía tribal que aún resuena. El fallo de la Corte Suprema no fue suficiente para detener las demandas del presidente Andrew Jackson de que los cherokees abandonaran sus tierras ancestrales. Un complejo debate dividió a la Nación Cherokee, con el Jefe Ross instando a los cherokees a quedarse, y el Mayor Ridge, un respetado líder tribal, instando a la tribu a mudarse al oeste y reconstruir, llegando incluso a firmar un tratado de expulsión sin tener la autoridad para hacerlo. Aunque al final la adopción de la "civilización" por parte de los cherokees y su histórica victoria legal no fueron rival para el hambre de tierras y el poder militar blanco, el pueblo cherokee logró, con su característica ingeniosidad, construir una nueva vida en Oklahoma, lejos de la tierra que los había sostenido durante generaciones.

En febrero de 1909, el indomable guerrero y chamán de guerra apache Chiricahua, Geronimo, yacía en su lecho de muerte. Convocó a su sobrino a su lado y susurró: "Nunca debí rendirme. Debería haber luchado hasta ser el último hombre vivo". Fue una confesión de arrepentimiento de un hombre cuya persistente búsqueda de resistencia militar frente a probabilidades abrumadoras desconcertó no solo a sus enemigos mexicanos y estadounidenses, sino también a muchos de sus compañeros apaches. Nacido alrededor de 1820, Geronimo se convirtió en un destacado guerrero y curandero. Pero después de que su tribu fue trasladada a una reserva en Arizona en 1872, se convirtió en el foco de la furia de los asustados colonos blancos y de las crecientes tensiones que dividían a los apaches luchando por sobrevivir bajo presiones casi insoportables. Para los blancos enojados, Geronimo se convirtió en el archidemonio, perpetrador de crueldades salvajes inefables. Para sus seguidores, seguía siendo la personificación de una resistencia orgullosa, el defensor de las antiguas costumbres chiricahua. Para otros apaches, especialmente aquellos que habían llegado a ver el camino del hombre blanco como la única opción viable, Geronimo era un alborotador terco, desequilibrado por su sed inextinguible de venganza, cuyas acciones innecesariamente atraían la ira del enemigo sobre su propio pueblo. En un momento en que la rendición a la reserva y la aceptación de la civilización del hombre blanco parecían ser las únicas opciones realistas para los indios, Geronimo y su reducido grupo de chiricahuas continuaron luchando. Como últimos resistente, se convirtieron en la última fuerza de combate nativa estadounidense en capitular formalmente ante el gobierno de los Estados Unidos.

En la noche del 27 de febrero de 1973, cincuenta y cuatro autos, con las bocinas sonando, llegaron a una pequeña aldea en la Reserva India Pine Ridge. En cuestión de horas, unos 200 activistas Oglala Lakota y del Movimiento Indio Americano habían tomado los pocos edificios importantes del pueblo y la policía había cercado la zona. La ocupación de Wounded Knee había comenzado. Los manifestantes exigían reparación por agravios, algunos de ellos con más de 100 años de antigüedad, y la expulsión del líder tribal de Pine Ridge, Dick Wilson, quien gobernaba la reserva a través de corrupción e intimidación. En Wounded Knee, la impactante y controvertida historia del enfrentamiento armado entre activistas indígenas americanos y el gobierno federal que capturó la atención del mundo durante 71 días llenos de suspenso, cobra vida.