En un día de calor insoportable, un fallo en el suministro electrónico trae consigo una serie de nuevos casos a urgencias. En una residencia de ancianos, el aire acondicionado se ha estropeado y ha provocado que muchos de sus inquilinos sufran deshidratación. Junto a esta situación, preocupa el delicado estado de un bebé que, sin fiebre ni lesiones, no ha dejado de llorar desde hace tres meses. En su diagnóstico, se producirán discrepancias entre Abby y Pratt. Por otro lado, el acercamiento entre Moretti y Abby es tan intenso, que ella empieza a encaminarse a una peligrosa tentación. Entre tanto, Pratt y Morris conocerán los resultados de sus exámenes.

Tras la sorprendente marcha de Moretti, el servicio de urgencias quedará momentáneamente sin jefe de departamento. El Dr. Pratt se presentará una vez más voluntario para ocupar el cargo, pero el hospital decidirá poner temporalmente a la doctora Wexler a cargo de todo, lo que provocará distintos conflictos con sus compañeros. Además, el Dr. Gates se enfrentará a la primera fiesta en casa de su hija, mientras Abby intenta recuperar la normalidad con Luka.

Después de que pasaran por alto su ofrecimiento al puesto de jefe del servicio de urgencias, Pratt está decidido a abandonar su trabajo y el condado para trasladarse a otro hospital en el que su talento sea apreciado como él cree merecer. A su vez, tendrá que hacer frente a la llegada del hijo de una ex miembro de urgencias, ingresado tras una caída jugando al béisbol. Lo que parecía un simple golpe revelará, tras una serie de pruebas, un problema más grave. Mientras tanto, Sam verá en una paciente, con un tobillo muy malherido y un terrible secreto, un reflejo de sí misma. Por si fuera poco, la llegada de la bella prima de Neela revolucionará el centro, especialmente a Harold y Morris, que competirán por llamar su atención.

Neela, rendida tras su cambio de turno, tiene que quedarse por un error en los horarios, ya que su siguiente operación comienza ya.