El juicio por el asesinato de Sandy Morris comienza, donde Eli actúa en base a sus sospechas y llama al esposo de la víctima, Jonah, al estrado. Mientras tanto, Becker anhela comprar un clásico Bentley Convertible de $275,000, un sueño que podría hacerse realidad según el resultado de un complicado caso de divorcio que involucra a su última cliente, Jessie Wilks, y su adinerado esposo CEO. Además, el ojo artístico de Morales lo pone a cargo de la renovación de la oficina y se reúne con la renovadora, Lauren Chase, para discutir los costos.

Flanagan toma el caso del dentista Joseph Palmer, cuya práctica fue destruida por falsos rumores de que tiene SIDA, demandando a un dentista rival, Frederick Schultz, quien supuestamente difundió los rumores. Flanagan pierde el caso, pero logra otra artimaña cuando chantajea en privado a Schultz para obtener un acuerdo de $750,000 amenazando con difundir falsos rumores sobre él... y se queda con la mayor parte del dinero del acuerdo. Becker continúa su tórrido romance con Belinda, pero un rumor sobre su participación en una operación encubierta pasada lo preocupa, al igual que su creciente celos e imprevisibilidad. Mientras tanto, McKenzie toma el caso de Ernie Frye, quien está siendo demandado por Margo Stanton, dueña de un perro de exhibición afgano, quien afirma que su perro fue preñado por el perro mestizo de Frye. El excéntrico juez Zimring, encargado del caso, disfruta de los acontecimientos e incluso lleva a sus dos Boston Terriers a presenciar los procedimientos. Además, Becker se queja ante McKenzie y Brackman sobre las artimañas deshonestas de Flanagan. Pero cuando McKenzie cuestiona a Flanagan sobre las acusaciones de sus tácticas legales, el sociópata de doble cara convence a McKenzie de que no ha hecho nada incorrecto en el pasado ni ahora.