Stella y Danny encuentran en una mansión neoyorkina el cuerpo sin vida de un excéntrico y paranoico multimillonario. Hudson, aficionado a la caza y heredero de un imperio de petróleo, yace en su cama con una herida en la garganta y cerca de la que podría ser el arma homicida. Mientras Stella busca al ama de llaves para interrogarla, su compañero comienza a inspeccionar la escena del crimen. El forense presiona lo que aparentemente parece ser un interruptor de la luz y una puerta deslizante comienza a sellar la habitación: Danny se ha quedado atrapado en la escena del crimen junto con el cadáver. El C.S.I. intenta abrir la puerta, pero la “habitación del pánico” únicamente puede abrirse con un código secreto que sólo la víctima conocía. Al dejarse sus herramientas al otro lado de la puerta y tras conocer que sólo podrá abrirse pasadas trece horas, Danny comienza a realizar la autopsia según la “antigua usanza”. El forense descubre que el cazador fue asesinado cuatro o seis horas antes, hecho que arroja demasiadas dudas a la investigación: ¿Quién pudo asesinar a Hudson y cómo lo hizo si la víctima estuvo literalmente encerrada doce horas en su habitación? ¿Pudo provocar él mismo su muerte? Stella, comunicada con Danny a través de un sistema de video que posee la casa, interroga a los principales sospechosos de este misterioso crimen: el guardaespaldas, el hypnoterapeuta al que acudía la víctima y la última persona que lo vio con vida, su asistenta. Una inusual mancha de sangre llevará al equipo a descubrir los motivos de la muerte del excéntrico cazador. Por otra parte, Mac y Howkes investigan en una azotea la extraña muerte de una joven stripper que aparece abrasada encima de un potente foco de luz.