Al día siguiente del asesinato de Julio César, Roma es un hervidero. Marco Antonio, que acaba de escapar de las espadas de Quinto Pompeyo y sus secuaces, decide irse al norte para reunir un ejército y esboza un plan para abandonar la ciudad con Calpurnia -la viuda de Julio César-, Atia y su hijo Octavio. Este último, al enterarse de que ha heredado el apellido y la fortuna de Julio César, insiste para que su familia se quede en Roma. Adentrándose valientemente en los dominios de Servilia, Marco Antonio le propone una tregua para dar a Julio César un funeral digno de su rango y disipar las acusaciones de asesinato que pesan sobre Bruto y los 'libertadores' del Senado. Tras las exequias, el pueblo toma partido por Marco Antonio; Bruto paga cara su sumisión. Voreno, al borde de la locura, prepara el entierro de Niobe. Muy afectado, echa a sus hijas y a Lucio, el hijo ilegítimo. Pullo, de regreso a Roma con Eirene, su nueva esposa (y antigua esclava), acude en su ayuda.