Ryan y Alexx se encuentran estudiando el cuerpo de una mujer que ha aparecido muerta en su apartamento cuando el lugar estalla en llamas de forma repentina. Más tarde descubren que la casa era en realidad un laboratorio clandestino de metanfetaminas y Horatio interroga al propietario, que asegura desconocer cualquier detalle al respecto y que la víctima, que era su inquilina, tenía un comportamiento ejemplar. En la autopsia, Alexx halla restos metálicos fundidos adheridos al cuerpo carbonizado de la mujer, que resultan ser de un aparato de escucha utilizado por el FBI: la joven era en realidad una agente encubierta que trabajaba junto a su compañero Mike Farallon para detener al propietario del inmueble, el auténtico traficante. Una huella impresa en su cuello lleva a los agentes hasta su hermanastro y éste les cuenta que viajó desde Ohio para convencer a su hermana de que regresara a casa. Una nueva pista -una fotografía borrosa encontrada en la escena del crimen- revela que la víctima y Farallon tenían una relación más allá de lo profesional. Cuando Alexx anuncia que la mujer además estaba embarazada, las sospechas recaen sobre su compañero, pero un nuevo y estremecedor descubrimiento hará que su hermanastro cobre un protagonismo inesperado en la investigación.