Jack lleva seis días sin dormir, algo que el grupo nota con preocupación. Cuando una de las supervivientes se ahoga en el mar y ni Jack ni Boone pueden salvarla, la presión puede con el médico que empieza a sufrir visiones: un hombre con traje que se adentra en la selva y al que Jack persigue infructuosamente.
La salud de Claire empeora, lo que le obliga a permanecer tumbada para salvaguardar la seguridad del bebé. El agua escasea y el grupo sospecha de todos como posible ladrón de las últimas botellas. Aunque acusan a Sawyer, se descubre que es Boone el que las ha robado, en una estrategia para hacerse el líder del grupo.
Pero todos ven a Jack como su líder, a pesar de que el médico no quiere dirigir. Su padre le dijo que era más fácil dejarse llevar que dirigir; liderar es un trabajo muy duro donde nadie te da las gracias pero te echan en cara todo cuando las cosas no están bien. Descubrimos mediante flashbacks que Jack viajó a Australia a buscar a su padre, que se marchó de casa por algo que su hijo hizo y cuando por fin le encuentra, está en un depósito de cadáveres, de modo que tiene que repatriarlo en el avión estrellado.
El hombre al que Jack persigue es su propio padre. Jack no sabe si está loco o no, pero Locke le asegura que en esta isla quizá no se apliquen las leyes de la lógica igual que en sus vidas anteriores. En su persecución, Jack llega hasta los restos de otra parte del avión y allí está el cadáver de su padre y, sorpresa, un manantial de agua fresca y potable.
Jack regresa al campamento con la noticia y les dice a todos que ya es hora de aceptar que quizá no vengan a por ellos hasta dentro de mucho tiempo, de modo que tendrán que empezar a hacerse a la idea.
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