Los cherokees lo llamarían Nu-No-Du-Na Tlo-Hi-Lu, "El Sendero Donde Lloraron". El 26 de mayo de 1838, las tropas federales obligaron a miles de cherokees a abandonar sus hogares en el sureste de Estados Unidos, conduciéndolos hacia el Territorio Indio en el este de Oklahoma. Más de 4,000 murieron de enfermedades y hambruna en el camino. Durante años, los cherokees habían resistido la expulsión de sus tierras de todas las formas que conocían. Convencidos de que Estados Unidos rechazaba a los nativos americanos porque eran "salvajes", los líderes cherokees establecieron una república con un sistema legislativo y legal al estilo europeo. Muchos cherokees se convirtieron al cristianismo y adoptaron la educación occidentalizada para sus hijos. Su visionario jefe principal, John Ross, incluso llevó el caso cherokee ante la Corte Suprema, donde obtuvo un crucial reconocimiento de la soberanía tribal que aún resuena. El fallo de la Corte Suprema no fue suficiente para detener las demandas del presidente Andrew Jackson de que los cherokees abandonaran sus tierras ancestrales. Un complejo debate dividió a la Nación Cherokee, con el Jefe Ross instando a los cherokees a quedarse, y el Mayor Ridge, un respetado líder tribal, instando a la tribu a mudarse al oeste y reconstruir, llegando incluso a firmar un tratado de expulsión sin tener la autoridad para hacerlo. Aunque al final la adopción de la "civilización" por parte de los cherokees y su histórica victoria legal no fueron rival para el hambre de tierras y el poder militar blanco, el pueblo cherokee logró, con su característica ingeniosidad, construir una nueva vida en Oklahoma, lejos de la tierra que los había sostenido durante generaciones.