Warrick resulta ser el principal sospechoso de un truculento crimen prelacionado con la mafia de la ciudad. Su creciente afición por las pastillas y sus extrañas relaciones le sitúan en la cuerda floja.

Un agente de Asuntos Internos interroga a Warrick sobre su relación con Candy y poco después, el forense es exonerado de toda responsabilidad en relación a la muerte de la stripper. Convencido de que Gedda es el autor de la muerte de la chica, Brown continúa investigando el caso hasta que Grissom le suspende de empleo durante dos semanas. Mientras tanto, el doctor Robbins ofrece a los forenses nuevas claves sobre la muerte de Liz Rodríguez, una filántropa cuyo cadáver apareció en el desierto junto a numerosos perros muertos. El patólogo forense explica que vio a la víctima la noche anterior a su muerte en el local donde él actuaba junto a su grupo musical. Las primeras pistas llevan a los investigadores hasta Gino Aquino, miembro de una banda, y una residencia canina. Al parecer, Liz era la mejor preparadora de perros de pelea de Las Vegas y Aquino quería derrotarla para convertirse en el número uno en este lucrativo negocio ilegal. Cuando un equipo del SWAT irrumpe en medio de una pelea de perros, detienen a Aquino junto a su can, cuya saliva se encontró en el cuerpo de Liz. Sin embargo, nuevas evidencias llevan al C.S.I. a ampliar su círculo de sospechosos.